“El estilo de vida en Tegucigalpa es catastrófico”

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Fueron dos horas de una exquisita plática entre Zona y Clavasquín.

Hace 14 años Reinaldo Clavasquín dejó su amado Puerto Cortés, tomó su maleta y se subió al auto que lo trajo a la capital; Rei quería convertirse en futbolista de primer nivel y el Azul le abrió las puertas de par en par.

Ramón el Primi Maradiaga le vio cualidades interesantes al recio zaguero que brillaba en Platense y lo enlistó en su proyecto de equipo para 1998.

Ese mismo año, Reinaldo levantó la copa y supo el significado de ser campeón.

Alejado de los vicios…

En el potrero porteño, Rei comenzó jugando como portero, luego pasó a ser delantero, pero terminó siendo un defensa imponente. “Los obstáculos más grandes que tuve fueron las personas que ya estaban en el club; la generación de los noventa heredó la vida parrandera de la de los ochenta y ese ambiente a mí nunca me gustó. Yo nunca bebí ni fumé y cuando me decían que fuéramos a tal lugar, primero investigaba de qué se trataba y luego les mentía diciéndoles que iba a llegar”.

Eso sí, en el equipo Selacio nunca pasó hambre, aunque sí luchó contra el descenso en repetidas ocasiones. Clavasquín da testimonio de esos viejos momentos…

“éramos más felices peleando descenso, porque no nos faltaba nada, ni salarios ni premios. Pero cuando fuimos subcampeones y le ganamos el torneo de copa a Olimpia, era un pleito para que nos pagaran. Todo era al revés, ¡je!”.

Un cambio rotundo…

Ya con un nombre, llega el momento de arribar a la capital. “Estando en Platense pensé que nadie se iba a fijar en mí. Olimpia tuvo un acercamiento fugaz, pero Motagua sí demostró interés, así que llegué aquí por Primi y realmente me costó adaptarme a muchas cosas: me mareaba por la altura de la ciudad y en las prácticas se me rompían los vasitos de la nariz. Todo era distinto”.

Acto seguido, no negó que “sufrí mucho para adaptarme. Aquí vivís encerrado y no sabés ni cómo se llama el vecino de la par. En Cortés, el vecino es como de la familia”.

Y aunque ya pasaron muchos años, Clavas sigue sufriendo por la ciudad. “Todavía no me acostumbro porque el estilo de vida en Tegus es catastrófico. Llego a mi casa y le meto tres veces candado a la puerta. Mi familia sufre, por eso me dejó viviendo solo acá”.

El defensa sin miedo
Sobrepasados todos los imponderables de la vida, Clavas se constituyó en el zaguero sin miedo y de mucho coraje que comandó la zaga del Mimado en la conquista de dos títulos nacionales. “En los clásicos era una rivalidad tremenda. Enfrentar a Wilmer Velásquez y Denilson Costa era durísimo, pero recuerde que nosotros tuvimos la mejor defensa y fuimos la columna de la H”.

– ¿Y usted como defensa hubiera podido frenar a Welcome?
– Ja, ja, ja… la verdad es que a mí me gustaba enfrentar a futbolistas como él porque lo sentía más fácil, tipo el jamaiquino Onandi Lowe. Los atacantes complicados son los explosivos, los encaradores; en fuerza y altura me gana Georgie, pero yo tenía velocidad, buena marca y presionaba bien. Por eso no me complicaban la vida ese tipo de atacantes…

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