El comentarista de la cadena ESPN, David Faitelson, dio su punto de vista y lo que espera del partido entre Honduras y México este viernes en el estadio Olímpico.
«Al final del día, los hondureños tienen razón: Las eliminatorias de Concacaf son como un “infierno” del fútbol. Me ilusiono si me prometen que el Honduras-México tendrá el 15 por ciento del nivel que estamos viendo del Italia-Brasil (que concluyó 2-2)», opinó el polémico mexicano en su cuenta de Twitter.
Además señaló que el nivel de México no se podrá medir ante Honduras, sino contra potencias como Brasil e Italia.
«El proceso de crecimiento de la selección mexicana no puede ni debe medirse mañana en San Pedro Sula. La prueba para medir a México podría ser el 16 de junio en Rio de Janeiro y el 19 de junio en Fortaleza: ¡Italia y Brasil!», indicó Faitelson.
A continuación la columna de Faitelson:
México, Honduras: No hay un antes, no hay un después
Esto parece muy sencillo: A México le interesan los tres puntos. A Honduras ganarle a México.
Y en esa repartición de los sentidos, de las responsabilidades, de las exigencias, de lo que significa el juego podría estar la respuesta a lo que ocurrirá este viernes, al abrirse la segunda fecha del hexagonal eliminatorio de la Concacaf.
Más allá del ambiente que puede ser o no ser hostil, de lo que dicta la historia, las estadísticas e incluso el contexto exitista que plantea como siempre el pasional pueblo centroamericano, la recompensa de la jornada tiene un valor distinto para cada equipo.
México necesita mejorar su fútbol en un alto porcentaje a lo que mostró en su presentación del hexagonal. México necesita una mayor responsabilidad moral de sus jugadores, una mejora ostensible en los tamaños físicos y técnicos y hasta un avance en la manera en la cual el entrenador toma las decisiones.
La cara de la selección mexicana debe transformarse en un año donde tendrá la oportunidad no sólo de clasificarse al Mundial de Brasil, también de competir en la Copa de las Confederaciones donde afrontará a algunas de las grandes potencias del fútbol mundial. Necesitamos ser exigentes con México: de acuerdo con lo que ha sido su historia, su poder como industria futbolística y sus resultados en selecciones con límite de edad en los última época.
Lo de Honduras parece incluir siempre una connotación exagerada en el hecho de que el rival sea México. Y vuelven como siempre algunos términos que no tendrían que caber en el mero contexto futbolístico: «La guerra», «la batalla, «el infierno», «el apocalipsis».
El entrenador colombiano Luis Fernando Suarez explicaba ayer que tiene la obligación de mantener los «fluidos» emocionales en un nivel equilibrado: por un lado, necesita de la motivación de sus jugadores y de los aficionados y por otra parte, ese exitismo exagerado termina por destacar una presión que históricamente la ha hecho daño al futbolista hondureño. Él tiene sus propios problemas que resolver y sus propios «fantasmas» que espantar.
No hay un «antes y un después» de los noventa minutos de mañana en San Pedro Sula. Es un partido que para México vale tres puntos en camino hacia el Mundial de Brasil, sólo eso, pero el problema es que para los hondureños vale algo más, mucho más que tres puntos, porque termina involucrando una larga faceta de recuerdos en la cancha, de sinsabores, de rencores, de diferencias, de humillaciones que se mezclan con temas que incluso van más allá de la cancha de fútbol y que ellos jamás han superado completamente.
Para México, son tres puntos porque hace tiempo que la eliminatoria mundialista dejó de ser un sitio para lucir sus avances. Y para Honduras, el orgullo, el honor de ganarle a quien casi ancestralmente, en materia futbolística, le han señalado como «el gigante» y «todo-poderoso» del área.
Que gane el mejor…
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