Lance Armstrong finalmente lo admitió. Se dopó.
Armstrong no dio muchos detalles ni ofreció nombres. Conjeturó que probablemente no habría sido descubierto si no hubiese decidido regresar al deporte en el 2009. Y dijo que supo que su suerte estaba sellada cuando su viejo amigo, compañero de entrenamientos George Hincapie, que participó con él en sus siete triunfos en el Tour de Francia, fue forzado a denunciarle ante las autoridades antidopaje.
Pero desde el inicio y más de 20 veces durante la primera de dos partes de la entrevista con Oprah Winfrey, transmitida el jueves, el ex campeón de ciclismo admitió que había mentido sobre ello reiteradamente durante años y que él fue el líder de un minucioso esquema de dopaje en un equipo del Servicio Postal estadounidense que le llevó al tope del podio en Francia una y otra vez.
«Soy un personaje imperfecto», dijo Armstrong.
«¿Y en el momento no te pareció que estaba mal?», preguntó Winfrey.
«No», replicó Armstrong. «Incluso más escalofriante».
«¿Te sentiste mal por lo que estabas haciendo?», insistió Winfrey.
«No», dijo. «Lo más escalofriante».
«¿Sentiste de alguna manera que estaban haciendo trampa?»
«No», dijo Armstrong tras una pausa. «Eso es lo peor».
«Yo busqué la definición de trampa», añadió momentos más tarde. «Y la definición es ganar una ventaja sobre un rival. Yo no lo consideré así. Yo lo consideré hacer lo necesario para emparejar las cosas».
Luciendo una chaqueta azul y una camisa con el cuello abierto, Armstrong fue directo en sus respuestas, y no estuvo defensivo ni afligido. No hubo lágrimas y muy pocas risas.
Evadió pocas preguntas y se negó a implicar a nadie más, incluso tras decir que era humanamente imposible ganar siete tours consecutivos sin doparse.
«No me gusta la idea de hablar de otras personas», dijo. «No quiero acusar a nadie».
Aún es muy pronto para saber si esta confesión televisada va ayudar o dañar la vapuleada reputación de Armstrong y su ya tenue defensa en al menos dos demandas legales pendientes, y posiblemente una tercera. De cualquier modo, una historia que parecía demasiado linda para ser cierta — la de un sobreviviente de cáncer que ganó una de las pruebas más duras del deporte siete veces seguidas — resultó ser falsa.
Winfrey arrancó la entrevista directamente en el meollo, haciendo cinco preguntas cuyas respuestas podían ser simplemente sí o no.
¿Usó Armstrong substancias prohibidas? «Sí».
¿Usó EPO (la droga que estimula la producción de glóbulos rojos)? «Sí».
¿Se sometió a transfusiones y dopaje sanguíneo? «Sí».
¿Usó testosterona, cortisona y la hormona del crecimiento humano? «Sí».
¿Lo hizo en todas sus victorias en el Tour de Francia? «Sí».
Durante todo ese tiempo, Armstrong soslayó a compañeros de equipo que cuestionaban esas tácticas, al tiempo que juraba que estaba limpio y trataba de silenciar a cualquiera que lo negase. Despiadado y lo suficientemente rico como para ajustar cualquier cuenta, ningún lugar pareció fuera de su alcance: tribunales, la corte de la opinión pública e incluso las rutas de la carrera más prestigiosa de su deporte.
Ese afán incansable es lo que Armstrong dice lamentar más.
«Es una enorme falta. Se trata de un hombre que esperaba conseguir todo lo que quería y controlar todos los resultados. Y eso es inexcusable. Y cuando digo que hay personas que van a oír esto y nunca me van a perdonar, también lo entiendo. De veras».
Las autoridades antidopaje han dicho que solamente una confesión bajo juramento — «no hablando con una anfitriona de televisión», como dijo el director general de la Agencia Mundial Antidopaje, David Howman — podría motivar una reconsideración de la prohibición de Armstrong de todos los eventos competitivos oficiales.
Armstrong ya ha hablado con dirigentes de la Agencia Estadounidense Antidopaje, incluido su director ejecutivo, Travis Tygart, según medios de prensa. En octubre, la agencia emitió un reporte de 1.000 páginas que incluía declaraciones de casi una docena de ex compañeros de equipo que expuso a Armstrong y que llevó a despojarlo de sus títulos del Tour.
Poco después, perdió casi todos sus patrocinios, fue forzado a abandonar el centro caritativo contra el cáncer Livestrong que fundó en 1997 y esta semana fue despojado también de su medalla de bronce de los Juegos Olímpicos del año 2000.
Armstrong podría proveer información que llevara a que su suspensión fuera reducida a ocho años, de acuerdo con una persona con conocimiento del asunto. Pera entonces, Armstrong tendría 49 años. Tras retirarse del ciclismo en el 2001, regresó a los triatlones, donde comenzó su carrera de adolescente, y ha dicho que está desesperado por volver.
El presidente de la Agencia Mundial Antidopaje, John Fahey, se mofó de la declaración de Armstrong de que se dopó para «emparejar las cosas» y dijo que era «una manera conveniente de justificar lo que hizo: fraude».
«Se equivocó, hizo trampa y no hay excusa para lo que hizo», señaló Fahey en declaraciones telefónicas en Australia.
Tygart consideró que la declaración de Armstrong era sólo el principio. «Pero si es sincero en su deseo de corregir sus errores pasados, ofrecerá testimonio bajo juramento sobre toda la magnitud de sus actividades de dopaje».
La entrevista reveló muy pocos detalles sobre el régimen de dopaje de Armstrong que vayan a sorprender a las autoridades.
Lo que llamó «mi coctel» contenía el esteroide testosterona y EPO, «pero no mucho», dijo Armstrong. Eso fue además del dopaje sanguíneo, que consistía en extraer su propia sangre y reinyectársela semanas más tarde.
Todo ello tuvo como objetivo aumentar la resistencia y la fuerza, pero se volvió tan rutinario que Armstrong dijo que era «como decir que tenemos que inflar nuestros neumáticos o tener agua en nuestras botellas».
«Eso era, en mi opinión, parte del trabajo», dijo.
Armstrong se mostró evasivo cuando Winfrey trató de conectar su uso de drogas a otras personas que ayudaran o permitieran su componenda en el equipo.
Cuando Winfrey le preguntó sobre el médico italiano Michele Ferrari, quien fue implicado en dopaje y ha sido suspendido también del ciclismo de por vida, Armstrong dijo: «Es difícil habar de algunas de estas cosas y no mencionar nombres. Hay personas en esta historia, son buenas personas y todos hemos cometido errores (…) no son monstruos, no son dañinos, no son malos, y yo consideré a Michele Ferreri como un buen hombre y un hombre inteligente, y aún lo pienso».
Pero eso es todo lo que Armstrong diría sobre el médico que algunos reportes dicen educó al ciclista sobre dopaje y supervisó otros aspectos de su programa de entrenamientos.
Se mostró igualmente renuente a discutir comentarios de sus ex compañeros Tyler Hamilton y Floyd Landis de que Armstrong les dijo, separadamente, que él había dado positivo en un análisis de drogas durante el Tour de Suiza en el 2001 y que conspiró con funcionarios de la Unión Internacional de Ciclismo para encubrirlo a cambio de una donación.
«Esa historia no es cierta. No hubo resultado positivo, ni soborno de laboratorios. No hubo reunión secreta con el director del laboratorio», dijo.
Winfrey le presionó, preguntando si el dinero que él donó no era parte de un acuerdo. «¿Por qué hacer la donación?»
«Porque me pidieron (hacerla)», dijo Armstrong.
«Esto es imposible que yo lo responda y que la gente me crea», dijo. «No fue a cambio de un encubrimiento (…) Yo tengo todos los incentivos ahora para decir que sí lo fue».
Finalmente, resumió el episodio de esta forma: «Yo estaba retirado (…) Ellos necesitaban el dinero».
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