LONDRES.- No es fácil ser Nick Kyrgios, tampoco enfrentarlo. Ni soportarlo. Hoy, cuando Juan Mónaco entre en la cancha 18 para medirse con la promesa australiana, lo que tendrá enfrente será un cóctel potente y volátil, un hijo de griego y malaya que vive metido en un mundo aparte gracias a sus auriculares, un joven dueño de un juego devastador, un carácter errático y fanático de dos cosas: la NBA y el color rosa.
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