Sobreviviente de este Victoria que perdona los pecados y esteriliza su dominio, el bicampeón Olimpia sacudió el polvo de su traje de protagonista, jugó como el dueño de casa y pudo sumar los tres puntos que la V no quiso robarse del Nacional…
Ha sido la historia contada por los punteros, en otro desértico escenario que vio, con las últimas luces del domingo, al Olimpia que le gusta a la gente; a decir verdad, ha llegado tarde la mejor producción del Blanco, que tuvo que pasar por un camino repleto de espinas para llegar al clímax.
Es tu tiempo…
Y eso que el equipo de Danilo Tosello se ha encontrado con un gol de camerino. Al minuto 2. Rosano, Tilguath y Beckeles se arrimaron en torno a Douglas Caetano, el Depredador que explotó de cabeza la cabaña de John Bodden.
Victoria interrumpió el drama y Olimpia dejó de jugar. Así ha sido la costumbre del León, al que ponerse arriba en el marcador le cae como un malestar estomacal. Eso parece. Programó el partido para jugarlo en el nivel de principiante y dejó que el Lechero construyera un imperio gracias al partido de su vida del costarricense Cristian Blanco.
El “10” la pidió, la escondió, la domó, se cargó el equipo al hombro y enfadó al Olimpia. Héctor Vargas, además, dispuso temprano la salida de Rubén Darío Rivera (¿se quedó en La Ceiba?) y el ingreso del gigantón guerrero Mario Romero.
El inusual “4” la desvió de cabeza apenas entrando y, al 46, no pudo sacar provecho de los tenebrosos nervios del Panchi Reyes. El uno del Olimpia salió muy mal y Romero, solo frente a la meta vacía, definió sin convicción. Fabio le arrancó la etiqueta de gol en la propia raya…
La V se desvaneció pronto
La charla del medio tiempo fue el perfecto remedio para las agruras del León, que vio brotar la personalidad magnética de un cipote que ya provoca muchos aplausos en las graderías. José Escalante entendió el juego a la perfección y empezó a leer el libreto de una obra que tendría reservado para el segundo acto la mejor versión del Albo, sin llegar a la belleza que exige el olimpista, claro; rebotó, abrió calles a partir de la distracción de sus piques y hasta se sacrificó. Igualmente tuvo su recompensa, cómo no.
Al 49, Beckeles y Escalante hablaron el mismo idioma para que el juvenil parara de pecho, avanzara y no se pusiera nervioso ante Bodden. Toque sutil y a bailarle con el famoso “gangnam style”.
Victoria se desintegraba casi de manera proporcional a la elevación del termostato olimpista.
Blanco ya no la pedía, Romero volvía a tener otra frente a meta (error de Rosano, desborde letal de Ortiz Arzú y centro de la muerte) y dilapidaba sin misericordia y Bryan Martínez era la última amenaza de Vargas. Ni siquiera asomaba ya el cuadro ceibeño.
Con el uniforme completamente transpirado, en cambio, brotaba como el patrón del campo Escalante, que le sacó el alma al poste izquierdo de Bodden al 54, después de una jugada individual de la Rata Bruschi, excesivamente molido a patadas por los rivales. Olimpia daba gusto, por más que a Héctor Vargas no le guste la propuesta del campeón.
El partido resuelto daba lugar a los actos pirotécnicos. La Rata y Caetano salieron agotados, pero con el reconocimiento de la tribuna, que pudo ver el tercer servicio-habilitación de Bryan Beckeles, el más callado de los olimpistas que se ha jugado un partidazo: Carlos Will definió como billarista y la Ultra Fiel pedía en el sector de Populares: “Este sábado, tenemos que ganar…”. Sí. Se viene el derbi ante Motagua. Y nadie en el Mundo Olimpia quiere perder ni en broma.
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