Un Olimpia feo, aburrido y silbado…

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Olimpia no encontró el camino. Roger Rojas sabe que le fallaron a su gente.

La banda sonora del Nacional dio su fallo unánime mucho antes de terminar los 90 minutos: silbatina general para un Olimpia culpable de maltratar su historia, ofender a sus aficionados y llenar de piedras el camino que lleva al tetra; el 0-0 fue como un bicho feo que se paseó por un estadio donde había un puñado de aficionados que, al minuto 25 del primer tiempo, se le dio vuelta al color blanco…

Cada vez que podía, el equipo dirigido ayer por óscar Salgado (Juan Carlos cumplía un castigo) se encaprichaba en caminar por el pantano de arenas movedizas en el que se traducía el esquema conservador de Jairo Ríos. Efraín el Puma López y Elkin Gonzales eran dos perros de caza en busca de las piernas de Alexander López (bien en el primer cuarto, desaparecido luego) y la línea de cuatro (Barralaga, Gutiérrez, Clarck y Córdova) puso el candado en el portón que tocaban Douglas y Rojas.

Sin actitud, sin alma…

Como ante Victoria por la fecha cuatro, Olimpia no era Olimpia. Ganaba el mal humor de la grada, que se fue pintando de rojo a medida que la Real Sociedad se daba cuenta de su potencia. Al 39, Elkin probó de tiro libre y Donis la sacó acaso con el alma herida; un minuto después, fue Reina el que salvó con el muslo un latigazo que nació después de un tiro de esquina.

El Albo quería hablar, pero no tenía palabras. Y sin polenta en el juego no tenía más opciones que mandar pelotazos al área. Sandro Cárcamo se armó una tarde relajada en el cielo capitalino y hasta contagió a sus compañeros en el arte de perder tiempo; ayer no hubo luz verde en el semáforo y Olimpia se estrellaba una y otra vez contra el muro del Aceitero, que tenía una sorpresita para que el estadio se cayera a pedazos en aplausos.

Tu show, Julio César…

Solo tuvo 44 minutos en el campo, pero bastó para que sus actos confirmaran que es el ídolo de la gente. Jairo sacó a Diego Reyes y quedó con un solo punta (Rony Martínez), pero con un Rambo que se movía por izquierda, que la pedía por derecha, que estrellaba en la barrera un tiro libre al 66, que bailaba a Fabio de Souza y que mandaba pase de la muerte a Wilson Güity. ¡Uf! Que agradezca Olimpia que el Rambo no está bien físicamente. Andaba con la mecha corta y el pueblo le retribuyó rompiéndose las palmas y aplaudiendo al Rambo de la Gente. “No me calentés, güevón, no me calentés”, repetía a la prensa que, desesperada, quería una reacción del hombre que salió ensangrentado por una jugada fortuita con Bryan Beckeles. ¿Y el tricampeón? Cada minuto que pasaba su atolondrado rumbo se iba directo al profundo abismo de la mediocridad. Carlos Will intentó abrir la banda derecha, pero le faltó fineza en el centro; Ramiro Bruschi entró solo para las estadísticas y Sebastián Rosano contribuyó a que Cárcamo se siguiera luciendo con las descolgadas…

La silbatina no paró, mientras el Rambo se fue entre aplausos. La grada se dio vuelta y eso es un mal síntoma…

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