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El 3-3 de 1972: la peor humillación de los ticos

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La cara de Jorge Bran es la mejor muestra de lo que vivió el jugador hondureño en el 3-3. El Zorro, a la izquierda, y un abrazo de gol...

La cara de Jorge Bran es la mejor muestra de lo que vivió el jugador hondureño en el 3-3. El Zorro, a la izquierda, y un abrazo de gol…

Desordenados los ánimos en la tarde del viejo Ricardo Saprissa, apareció Miguel Ángel el Shinola Matamoros, cara de matón, defensa de poca diplomacia; cogió el megáfono y habló fuerte: “¡No estamos perdidos, metamos un gol!”.

Para entonces, Selvin Cárcamo ya había goleado a su propio portero, Geisha el Gorcha Collins, y la grada costarricense hablaba de humillación cumplida. Era el 0-3 a falta de 31 minutos.

Lejano diciembre 10 del 72. Siete días después del 2-1 a favor de la H en el Nacional de Tegus, el Tricolor del argentino Humberto el Bocha Maschio estaba clasificando a la siguiente ronda del camino al Mundial Alemania 74.

Pero a los ticos se les vino la noche, perdieron la cadena y vieron nacer una de las peores pesadillas de su historia.

Vos allá, aquel para acá…

Carlos el Zorro Padilla empezó a mover sus peones, tras que Walter Elizondo fracturara a Marco Antonio Mendoza.

“El Zorro me dijo que entrara”, recuerda Rigoberto la Shula Gómez -estrella de Olimpia-. “Pero yo le pregunté en qué puesto, porque Tonín jugaba de volante; entonces me explicó que le dijera al Martillo Hernández que bajara al medio y que yo fuera adelante”.

Reacción de película…

Apareció, entonces, la irreverencia del Martillo Hernández, el látigo de Jorge Bran y la fortaleza de la dupla sagrada: el Indio Urquía y la Shula Gómez fueron el terror del Saprissa.

Una avivada del Indio (al 70 le ganó la espalda al lateral izquierdo y definió de caja derecha) hacía volver en sí a la H, uniforme con bastones verticales azules y blancos. “Pero inmediatamente lo expulsan al Indio. Y nos la jugamos 15 minutos con uno menos”, revive ese momento el bombardero Gómez.

Un cabezazo de la Shula (al 85 anticipa a todos y desvía un zurdazo de Bran) nos mandaba a un partido extra en Guatemala -el global estaba igualado 4 a 4-, pero aquella dejadita de la siempre molesta Shula (al 89 aprovecha un choque entre el portero Juan Gutiérrez y el defensa Heriberto Rojas) honraba el orgullo catracho.

“En Costa Rica a ese gol le dicen el ‘gol de la vergüenza’”, bufa Rigoberto Gómez.

Luis Vallejo, árbitro puertorriqueño, pitaba por última vez. Y el Saprissa se consumía en el fuego del asombro. “Desde que estábamos en el comedor del hotel los aficionados costarricenses nos decían que nos iban a meter un gol por cada estrella de la Bandera, pero ya con el 3-3 no había nadie en ese estadio”, trae a la memoria la Shula; “creo que la garra de Shinola nos contagió y mostramos una casta especial. Costa Rica había mantenido una hegemonía sobre nosotros, pero esa tarde las cosas empezaron a cambiar».

 

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