Por: Luis Fernando Suárez “No pregunte por lo que su país puede hacer por usted, sino lo que usted puede hacer por el país”. J. F. Kennedy
Corría el día 9 de mayo de este año cuando se dio comienzo al primer microciclo de trabajo con la Selección Mayor de Honduras. En la primera sesión, aproveché para mencionarle a los jugadores la visión del seleccionado: LOGRAR LA CLASIFICACIÓN DE HONDURAS AL MUNDIAL DE BRASIL
2014.
Cada vez que nos reencontramos, bien para trabajar en un nuevo microciclo o para cumplir con una convocatoria por fecha FIFA, recordamos ese punto de llegada que tiene que convertirse en nuestra guía: CONSEGUIR, POR TERCERA VEZ, LA CLASIFICACIÓN DEL PAÍS A UN MUNDIAL DE FÚTBOL.
En un proyecto es esencial tener una visión compartida. Sin ello, no sabemos para dónde vamos. Pero la simple definición del enunciado no nos asegura su alcance. La lucha por lograrlo comprende una serie de características del proceso y un estilo moderno de liderazgo que debe llevarnos a lograr las metas propuestas.
La visión en sí misma, para que sea exitosa, debe ser sencilla y directa (lograr la clasificación al mundial), ser coherente (es posible conseguirla) y tiene que ser inclusiva y optimista (debe generar aceptación del pueblo).
Se necesita que cada miembro del equipo sea un líder y que como líder se convierta en la personificación de la visión.
Esta visión, nuestra visión, es inspiradora. Refleja el deseo de todo un país, es simple, directa y si se consigue, será memorable. El grupo se apropió de la idea. Se necesita, eso sí, del positivismo de todo un pueblo para convertirla en realidad. DESAFIAMOS EL STATUS QUO.
Para alcanzar el éxito se necesita que nosotros, los líderes del proceso (léase jugadores y cuerpo técnico) no temamos desafiar el status quo ni dirigirnos hacia la meta por nuevos e innovadores caminos.
Sabemos que el coraje es la gracia bajo presión y que debemos ser resistentes ante la adversidad. Debemos convertir los problemas en puntos a favor, afrontar los problemas de frente, tratar cada desafío como una oportunidad, ser resistentes a la adversidad. Cuando las cosas van mal es nuestra obligación descubrir el por qué. Y tenemos que contar con una infinita capacidad de autocrítica.
Debemos tener, además, ese cierto magnetismo y encanto que atrae a la gente. Debemos generar confianza, generar credibilidad y amor. Ese encanto se llama carisma, atributo que podemos aprender y adquirir mediante una técnica que se llama autosugestión y puede ser aprendida si se tiene amor propio. Por autosugestión entendemos desarrollar una imagen positiva, proyectar optimismo, mostrar entusiasmo, vestir de acuerdo a nuestro papel, mostrar siempre un buen aspecto, cultivar la franqueza y mantener siempre la compostura. Debemos generar fe en nuestro trabajo. Aunque no somos perfectos, nadie lo es, debemos parecerlo.
También es vital aprender a crecer con los errores, admitir los fracasos sin miedo a los mismos; corregir los errores y evitar otros similares; permanecer objetivos e inflexibles y no volver personal el revés; investigar profundamente las causas del problema y ser conscientes de que ceder la iniciativa es el primer pecado capital del liderazgo.
Como abanderados de ese proyecto de clasificación al Mundial, estamos obligados a manejar la crisis: proyectar calma ante la situación difícil, sin pasarla por alto, aprendiendo a manejarla, sopesar los pros y los contras de cada elección y tomar decisiones fundamentadas.
En resumen los líderes sabemos que rendimos cuentas a muchas personas, en este caso a toda una nación. Ese es el precio de estar en una situación de privilegio.
Nos hemos trazado una meta. Hemos despertado una ilusión. Somos conscientes de que mucho se le pide a aquel de quien mucho se espera. Está en nuestras manos actuar en concordancia con esa expectativa. Es un hermoso reto y vamos a luchar por él.
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