Por: Ezequiel Fernández Moores
João Saldanha estaba sentado sobre la cama, con la cabeza gacha. Sus manos sostenían el derrumbe. Me había citado para la entrevista y la puerta de la habitación en su hotel de Bahía, en plena Copa América de 1989, se abrió sola, apenas la golpeé. «Acaban de avisarme que murió mi hermano.» Le pregunté qué podía hacer por él, en qué podía ayudarlo. Me respondió que ya no se podía hacer nada, que no había forma de llegar a Río para el entierro. Me rogó que no me fuera. Que hiciéramos la entrevista. No quería quedarse solo. Habló primero largo tiempo de Arístides, su hermano muerto. Lo recordó con amor y admiración. Y luego hablamos de fútbol, periodismo y política. Del periodista Saldanha que en 1969, como DT de Brasil, clasificó a la selección al Mundial de México 70. Seis victorias en seis partidos, con 23 goles a favor y 2 en contra. Más del setenta por ciento de los hinchas apoyando su trabajo. El equipo que él había armado se consagró al año siguiente en México como la mejor selección de todos los tiempos en la historia del fútbol mundial. Pero sin él. Sorprendió su contratación y más aún sorprendió su despido a sólo tres meses del inicio de la Copa. Fue João Havelange quien echó al DT comunista que ocupaba las primeras planas de la prensa de Brasil en plena dictadura del general Emilio Garrastazu Medici.
Cuarenta años después, Quem derrubou João Saldanha, un libro reciente de Carlos Ferreira Vilarinho, reabre el debate sobre el DT acaso más polémico que tuvo Brasil, desde su designación hasta su despido. «Es una payasada», dijeron muchos cuando Havelange, entonces presidente de la Confederación Brasileña de Deportes (CBD), designó a Saldanha a comienzos de 1969. Fue periodista-DT, como el ingenioso Pepe Peña, que en 1961 alcanzó a dirigir a Huracán en apenas tres partidos, y tres derrotas, la primera 5-2 en el clásico con San Lorenzo. Hijo de un rico y politizado hacendado «gaúcho», Saldanha ya era un conocido periodista cuando lo designó Havelange. Su única experiencia como DT había sido doce años antes. En 1957 había coronado campeón al Botafogo de Garrincha, Didí, Nilton Santos y Paulo Valentim. Fue jugador fugaz y asumió como DT ante un vacío circunstancial y porque colaboraba desde antes en el club al que amaba. Aprendió táctica asistiendo en Botafogo al DT húngaro Dori Kruschner, quien obligó a cambiar en Brasil el ya anticuado esquema 2-3-5 (dos defensores, tres volantes y cinco atacantes) por la WM (3-2-2-3) que regía en Europa, y que Saldanha pasó luego a 4-1-2-3 o 4-2-4, según el momento del partido. «Un técnico no gana partidos, pero sí puede perderlos», fue su conclusión tras ver caer a Brasil ante Hungría en el Mundial de Suiza 54. Consideró siempre «elemental» que sobrara un jugador en defensa. Y que los cuatro del fondo no podían formar en una misma línea («Es fútbol, no un desfile militar»). Daba pocas y precisas instrucciones. Exigía sacrificio. Y dejaba que luego decidieran los propios jugadores. Duró tres años en el cargo.
Así como jamás había sido técnico, tampoco había sido antes periodista. «Pero yo no sé nada de periodismo», le respondió a una oferta de su amigo italiano Sandrino Saverio, con quien estudiaba historia en París. «Basta ver y contar», respondió Sandrino, cuyo tío, en 1946, formaba una agencia de noticias. Escribió sobre el horror de los campos de concentración en Auschwitz, Dachau y Treblinka. El relato de su vida se hizo luego algo confuso. Ferreira, admirador de Saldanha, toma literalmente su palabra de que estuvo en China con Mao y en la guerra de Corea. «¿Cómo hizo en 1950 para estar allí y asistir también al Mundial de Brasil en plena semiclandestinidad por su militancia comunista?», se pregunta, sin embargo, João Maximo en su libro ( Joã o Saldanha, de 1996). Maximo, que trabajó muchos años con Saldanha, sugiere que a su amigo João le gustaba adornar los relatos. Sí fue cierto que Saldanha fue arrestado en 1946 y baleado por la policía en 1949, en una protesta estudiantil. Ya era miembro activo del proscripto Partido Comunista Brasileño (PCB). A fines de 1969, en plena gira europea como DT de Brasil, le preguntaron por la situación política en su país. Denunció torturas, 300 muertos o desaparecidos. Más de 1000 presos políticos. Pero si 1969 fue su auge como entrenador de Brasil, 1970 marcó la caída.
Havelange lo había designado creyendo que, con un periodista como DT, la prensa atenuaría las críticas. Pero los medios paulistas reaccionaron mal ante el «carioca» Saldanha. João aceptó en su cuerpo al preparador físico Admildo Chirol y al médico Lidio de Toledo, hombres de Mario Lobo Zagallo, quien creía que ese puesto debía ser suyo. Ambos le «serrucharon» el piso. Un incidente que extremó todo sucedió con Dorival Knipel, apodado Yustrich por su parecido con el ex arquero de Boca Juan Elías Yustrich. El arrogante DT de Flamengo celebró desaforado un triunfo de su equipo ante la selección en un partido de práctica y, en notable seguidilla de entrevistas, renovó su batería de insultos hacia Saldanha. «Incompetente, invasor, cobarde.» Saldanha, que también tenía un carácter violento, dijo basta. Tenía antecedentes con un revólver Colt 32. Disparó en una farmacia porque el dueño había maltratado a su empleada. Y disparó también cuando el arquero Manga fue a buscarlo una vez porque él lo acusó de «vendido». Saldanha fue a la sede de Flamengo con su Colt 32 buscando a Yustrich, que se había ido del lugar. Un periodista le preguntó al día siguiente si realmente había ido armado. Le tiró el micrófono al piso. «Fue una visita de cortesía», respondió luego. «Que el Ejército intervenga en la selección», pidió Yustrich. Havelange dijo que había que entender a Saldanha. Pero insistió pidiéndole que incluyera en el plantel a Darío, un nueve «tanque», favorito del dictador Garrastazu Medici. «Se llegó a arrodillar implorándome que convocara a Darío», me contó el propio Saldanha durante aquella charla en Bahía. «Yo no armo el gabinete, que Medici no me arme el equipo», le contestó a un periodista.
Saldanha no tenía paz. Pelé, que casi nunca jugó bien con él, había lucido desganado como nunca en un amistoso con derrota ante Argentina (2-0 en Porto Alegre) y más aún en una práctica que terminó 1-1 con el modesto Bangú. Saldanha anunció que Pelé no jugaría el amistoso siguiente ante Chile. Denunció queO Rei , obligado a jugar todo el tiempo para salvar su quiebra económica, había disputado 78 partidos en 1969, con Santos y la selección. La CBD facturaba el triple con Pelé en el Maracaná. Havelange citó a la prensa y anunció la «disolución del cuerpo técnico». «No soy un helado, no me disuelvo, ¿usted quiere decir que estoy despedido?», preguntó Saldanha. Ferreira dice en su libro que el zaguero Brito llamó a la esposa de Saldanha y le dijo que todo el plantel, excepto Pelé, que estaba ausente, reclamaría por la continuidad de João. Pero Tereza, su quinta esposa, le respondió que no tenía sentido exponerse así. Saldanha duró 406 días en el cargo. El capitán del Ejército Claudio Coutinho, preparador físico y DT de Brasil en el Mundial de Argentina 78, agravó los informes cotidianos que pasaba a la dictadura. Renunciado Saldanha, Coutinho se sumó al cuerpo técnico. Un conocido represor, el mayor Ypiranga dos Guarany, se encargó de la seguridad del plantel en México. Brasil, con Zagallo en lugar de Saldanha, se coronó tricampeón mundial con un juego inolvidable y una formación casi igual a la de Saldanha. Zagallo sí incluyó a Darío en el plantel, aunque no lo hizo jugar nunca. No había lugar entre Jairzinho, Gerson, Tostao, Pelé y Rivelino. Saldanha, dice Ferreira, cayó víctima de un complot. «Es inmoral decir que se echó solo». Exactamente eso es lo que escribió Máximo en su libro.
Máximo recuerda con enorme cariño a Saldanha. Cuenta que asumió con gran hidalguía su salida y que siempre elogió a la selección campeona de México 70. Lo recuerda no sólo como uno de los mejores periodistas deportivos en la historia de Brasil. Dice también que a los 72 años, en 1989, João lideró una asamblea en el Jornal do Brasil que reclamó por quitas salariales a la empresa. Lo vi por última vez al año siguiente, en pleno Mundial de Italia 90. No tendría que haber viajado. El último partido que vio fue la semifinal que la Argentina le ganó por penales a Italia. No alcanzó a volver a Brasil. «Juan sin miedo», como lo había bautizado la prensa por su equipo de «fieras» que arrasó en las eliminatorias de México, murió el 12 de julio de 1990 en un hospital de Roma.
*Ezequiel Fernández Moores, escribe para el Diario La Nación de Argentina
Comenzó en el periodismo deportivo en 1978 como redactor de la agencia Noticias Argentinas. De 1982 a 1989 fue Jefe de Deportes de la Agencia DyN y de 1989 hasta hoy es Editor en la agencia italiana ANSA. Escribió en Página 12, Mística, El Periodista, TXT, tres puntos y colaboró con diarios del exterior como The New York Times y La Vanguardia, de España, entre otras publicaciones. Trabajó en radio (actualmente en Continental) y TV (realizó el guión y entrevistas del documental “La historia paralela” del Mundial 78). Es autor del libro Díganme Ringo (biografía de Ringo Bonavena).