“El fútbol es un juego al que se juega con el cerebro”: Johan Cruyff
A Diego Pablo Simeone lo vi jugar por primera vez en 1988 en el marco del campeonato “Juventud de América” . Yo cumplía funciones de asistente técnico de la selección colombiana. Él era el “enganche” de la selección argentina que, actuando en condición de local en esa competencia, clasificó al mundial juvenil de Arabia Saudita de 1989 junto con Brasil y Colombia.
Simeone fue uno de los mejores jugadores de ese torneo, jugando en la posición del “pensante” del equipo. Pero luego, su carrera por Argentina, España e Italia la hizo en la posición de volante defensivo, puesto que dentro del argot futbolístico está destinado a jugadores con pensamientos meramente destructivos y a veces con ciertas limitaciones técnicas. Sus éxitos en los equipos donde actuaba le dieron una posición asegurada en la selección argentina mientras estuvo vigente como jugador profesional.
Fue en una previa de un amistoso que se iba a efectuar en Londres entre Argentina e Inglaterra en donde me di cuenta del porqué de su gran éxito como jugador de fútbol: su conocimiento del juego era mucho mayor que el del promedio del jugador profesional común.
A una pregunta sobre el rival de ese día y sobre cómo debería pararse Argentina estratégicamente, la respuesta del jugador estuvo llena de recursos técnicos y tácticos. Planteamientos que los hubiera querido cualquier entrenador. Incluso mencionó variantes en el sistema inglés si actuaba uno u otro jugador, con las consiguientes respuestas que debía tener su equipo ante cada una de las variables.
Ese día volví a ver a Diego Simeone como “el pensante” del equipo y le auguré muchos éxitos en la labor de entrenador.
Esa misma sensación tuve con un jugador hondureño luego de la visita que hice recientemente a algunos países de Europa, donde oriundos de esta nación cumplen un buen papel.
En Glasgow tuve una charla muy animada con Emilio Izaguirre, lateral y volante izquierdo del Celtic y de la selección de Honduras. Además de animada, la charla fue profunda. Se habló de táctica, de estrategias, de sistemas, entre otros ámbitos.
Me maravilló el momento en el cual me confesó que tiene copiados todos los entrenamientos que ha hecho con su equipo escocés y todas las prácticas en las que participó con Reynaldo Rueda en el proceso que los llevó al mundial de Sudáfrica 2010. Realmente me conmovió la capacidad de Emilio para leer el juego ya que el saber el por qué, el cómo y el para qué del juego es un ejercicio muy poco practicado entre los futbolistas.
De allí que encontrar en un jugador como Emilio Izaguirre esas virtudes me llevan a pensar que estoy ante un promisorio buen entrenador. Pero eso será en el futuro. Para el presente la buena noticia es que Honduras tiene en él, un excepcional deportista para la selección.
Emilio no juega al balón. Juega al fútbol. Y eso se constituye en una garantía.