El nombramiento de Jorge Luis Pinto como técnico hondureño abrió de nuevo el debate en torno a las bondades o defectos del colombiano. Para algunos, Honduras pasa a ser un rival más peligroso de lo que históricamente ya fue, y para otros no tiene mayor importancia su llegada a Tegucigalpa.
Mi primera opinión es que el entrenador santandereano se merecía algo mejor que Honduras. No lo consiguió porque la refriega con la dirigencia y algunos jugadores ticos le ensuciaron el panorama y al técnico milagroso le salieron perjudiciales etiquetas.
Pero recaló en ese país de la CONCACAF, enconado rival nuestro, no por “serrucharle el piso” a Medford – como dijo éste- sino porque los resultados no avalaron a Hernán.
Ahora es adversario de todos los ticos y es momento de empezar a preocuparse. Si logra sortear los embates de un acomodo que será difícil y puede congeniar con unos futbolistas que tienen cuentas pendientes con la disciplina dentro y fuera de la cancha, Pinto hará un equipo de mucho respeto.
No dudo ni un minuto de la probada capacidad del colombiano para sacar provecho de los talentos del catracho: fortaleza, velocidad y fuerza. Allí nos ganan hoy y siempre. Pero los atacamos, cuando se pudo, con las mejores armas del tico: más orden táctico, mejor equilibrio emocional y un manejo de la pelota con mayor sentido.
Por dicha, la tarea de Jorge Luis Pinto no es fácil. Y tiene un buen porcentaje de posibilidades en contra del éxito. Contrario a la camada de jugadores que tuvo en Costa Rica, dócil, sin liderazgos fuertes y con mucha inteligencia táctica, allá se encontrará con jugadores más explosivos, pero no solo en la cancha, sino también en la vida cotidiana. Y si aquí la disciplina y trato de Pinto terminó con el reclamo de varios de los mundialistas, pese a la epopeya que fabricaron juntos, allá el tema puede acabar más caliente San Pedro Sula al mediodía.
Su trabajo en Honduras tendrá otro enemigo en la cama: el de la prensa furibunda y fanática que suele despedazar a los entrenadores y enfurecer a una fanaticada menos educada en cuestiones tácticas que la nuestra. Allá se analiza con el hígado. Y como Pinto es de una tierra de hombres en blanco y negro, directos y sin diplomacia, la guerra que se le avecina puede pasarle factura.
El hondureño es un futbolista más difícil de meter en camisa de fuerza. Pero como hay una época de recambio, con ausencia de liderazgos fuertes, y si la dirigencia logra amarrarse los pantalones de la paciencia ante la acalorada prensa de ese país, puede ser que Pinto llegue a la instancia eliminatoria.
Entonces será momento de preocuparse. POR AMADO HIDALGO La Nación de Costa Rica